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En México, a falta de pan, tortillas

El próximo 27 de julio se efectuará en la Ciudad de México una consulta popular en la que se harán dos preguntas a los participantes, las dos preguntas se desprenden o nacen, de la iniciativa de Felipe Calderón para privatizar Pemex, ésta consulta se hará a falta de una votación popular.

Consulta ciudadana que en tres etapas busca abarcar al menos a todos los municipios perredistas del país, que nace, como sus preguntas, ante la falta de una legislación apropiada que permita a la población tomar posturas en torno a los cambios o propuestas de cambio que surjan y que sean trascendentes; que modifiquen el orden actual de la Constitución o de leyes secundarias; que por su calado impacten decididamente a toda la población.

Cuando la decisión sobre la mesa trasciende el orden establecido y busca un cambio sensible en el actuar del Estado o en las políticas públicas que éste implementa. Cuando la regulación sobre alguna materia pública esta por ser modificada o se propone hacerlo y, los legisladores electos son rebasados por su importancia, es ahí cuando entra a la palestra la población entera y toma ésta determinación, la población que finalmente se verá afectada para bien o para mal.

El método occidentalmente utilizado para ello es el referéndum. El referéndum es el método de democracia participativa que practican todas las democracias que comúnmente son referidas como democracias avanzadas (Italia, Francia, Irlanda, etcétera). Sin embargo en México ese método siembra temor y duda a gobernantes y legisladores, quienes lo ven como una herramienta popular que eventualmente puede rebasarlos en las capacidades de acción para las que ellos fueron electos, que les quita poder de decisión.

Y es que de eso se trata el referéndum, de restar capacidad para definir a las clases políticas, para sumarle ésta capacidad al pueblo. Que su sufragio rebase el que eventualmente haga el legislador, y transmitirle al sufragio popular la capacidad que actualmente esta reservada para el representante parlamentario. Siempre que la importancia del tema lo amerite.

Las formas para determinar la periodicidad de un referéndum son varias, pero las formas para determinarlo sobre un tema en particular, son las importantes. Visto el resultado como un momento clave en la conducción de un país, no debe abusarse, ya que se corre el riesgo de que la participación pública descienda a tal grado que pierda su elemento sustancial, que sea popular.

Para convocar a un referéndum puede haber un consenso parlamentario que lo permita sin que medie alguna exigencia social, pero cuando no es así, puede ser legalmente convocado por esta exigencia social al reunir una cantidad representativa de firmas de apoyo, con lo cual se implementan candados para no correr el riego mencionado.

Y como característica plena para su importancia, esta el hecho de que la decisión tomada en un referéndum, se convierte en la decisión que deberá ser asumida en la ley. Son las y los electores quienes deciden sobre sí mismos cuando sea peligroso que lo haga únicamente la cúpula política.

Con el debate que se dio en el Senado de la República, se observa un remedo de avance con respecto a lo necesario en la República. Con la consulta ciudadana convocada para el 27 de julio, se observa un esfuerzo imaginado sobre la marcha ante la ausencia del referéndum, que sin duda dejará algún precedente para que en lo inmediato podamos tener una democracia participativa.

Con el referéndum en acción, definido Constitucionalmente y regulado en leyes secundarias, tendremos un elemento sustancial, sin el cual, seguiremos estando muy alejados de tener una vida democrática.

Botana

Con el libro Señal de alerta, del presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) y recientemente ex presidente nacional del PAN, Manuel Espino, se vislumbra una vez más el débil poder ejecutivo que nos gobierna. Pero con La ruptura que viene, de Porfirio Muñoz Ledo, conocemos el continuo riesgo que corremos al ser gobernados por un gobierno así.

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