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Un Jeep disfrazado de Corsa

Comprarle en la Ciudad de México a un amigo hidrocálido que se siente colimense y tiene apellido inglés, un coche diseñado en Europa, fabricado en Brasil, con placas poblanas y de una agencia automotriz de Tulanciango, Hidalgo, cuya marca es estadounidense, sugiere cierto riesgo. Pero sin duda éste se ve subsanado por la facilidad otorgada en su compra. En fin, esas eran las circunstancias de un Corsa rojo, modelo 2006, versión sedan que pasó por mis manos.

En vehículo fue especial. Cuando lo recibí tenía un fuerte olor a cigarro, siendo yo un fumador, no me importó mucho, pero si procuré disminuirlo, era el olor a cigarro que se adquiere después de fumar diario una cajetilla de Populares.

Los primeros viajes con él fueron buenos, con él hice mi primer recorrido de pre-pre-campaña a las comunidades de Huauchinango, acompañado de David y Lorenzo. Y por no seguir las recomendaciones naturales después de comprarle un coche a alguien que sólo ocupa ponerle gasolina, nos dejó tirados, literalmente, tirados.

Habíamos concluido una junta en Xaltepec (comunidad de Huauchinango), hacia las 10 de la noche y era la última actividad en el denominado círculo del sol, cuando se paró, y ya, se paró.

Tuvimos que pasar la noche cubriéndonos de periódico para evitar un poco el frío y esperar el día siguiente para conseguir ayuda. Así fue, al día siguiente caminamos a la casa de Jesús, un compañero que nos brindó hospitalidad y un mecánico, quien ocupó refacciones que Jorge Armando llevó de Huauchinango, y así, después de ocupar todo el día siguiente, salimos del apuro.

Con él entré en campaña, una campaña que abarcó ocho municipios de la Sierra Norte de Puebla, ya se imaginarán porqué el título del post. Cruzó (literal) ríos, cerros, caminos llenos de piedras y varias veces, las calles de Huauchinango, Juan Galindo, Naupán, Pahuatlán, Tlaola, Chiconcuatla, Ahuazotepec y Honey.

Al terminar la campaña lo vendí. Sí, hice mal, pero bueno. Un día, la grúa se llevó en sábado el nuevo carro, al lunes siguiente tenía que viajar de la Ciudad de México a Puebla y su nuevo dueño tuvo a bien prestármelo. Un kilometro antes de Río Frío me volqué después de chocar el muro de contención y perder el control debido a una camioneta de redilas que me cerró el paso y me mandó contra el muro, éste contra una montaña rocosa mientras aseguré que de ésa no salía y luego, vueltas.

Por fortuna y gracias a mi Corsa, salí ileso, él no. Fue su último viaje.

Le guardo aprecio, me protegió hasta el último momento.

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