La clase política mexicana está integrada por personalidades que van de ingenuas, intolerantes, pragmáticas a posibles delincuentes. Este último calificativo es que alcanza al coordinador de los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien en tan sólo un año de ocupar dicha posición ha conseguido arrebatar a sus opositores internos como Enrique Peña Nieto el preponderante poder político que tuvo efímeramente después de las elecciones de 2006 y a Beatriz Paredes, le ha impedido cimentar el propio, como presidenta nacional del PRI. A raíz de que Beltrones Rivera acusó a los hijastros de Vicente Fox de tener responsabilidad en el mal estado de las embarcaciones de rescate de Pemex, -que costó la vida de al menos 21 trabajadores de la empresa mexicana-, éste haciendo alarde la bravuconería que lo caracteriza, regreso la declaración relacionando al senador con el narcotráfico. Con ello revive una vieja acusación hecha por los reporteros del The New York Times, Sam Dillon y Craig Pyes, quienes obtuvieron en 1997 un reporte de inteligencia escrito por agentes de la DEA, en el que acusaban a Jorge Carrillo Olea y Manlio Fabio Beltrones Rivera, entonces gobernadores de Morelos y Sonora respectivamente, de proteger al narcotraficante Amado Carrillo Fuentes. Los reporteros fueron inútilmente orillados a desmentir su reportaje, quienes se opusieron, reclamando la fidelidad de las fuentes utilizadas en su reportaje, nada menos que un informe de inteligencia estadounidenses, consiguiendo así el premio Pulitzer, pero para México no se logró iniciar la más mínima investigación sobre la responsabilidad del priista, y como suele hacer la pobre memoria política en México, el asunto había sido olvidado hasta ahora, cuando retoma particular importancia por el poderoso encumbramiento que tiene Beltrones en la vida nacional.
El artífice a la Ley para la Reforma del Estado, tiene como representante popular la responsabilidad de deslindarse de las acusaciones, asunto que resolvió hacer junto con sus colegisladores. Y la Procuraduría General de la República de dotar de importancia penal a la acusación de un expresidente, que por débil que parezca toma fuerza revisando el pasado y llegando al mencionado reportaje, para abrir una investigación seria que conduzca a la verdad y así descartar, que un político con la importancia de Beltrones cargue con esas calumnias o en su caso haga frente a lo que resulte, si se convierten en verdades.
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